Programas y estrategias de inteligencia emocional para estudiantes, ¿y el personal educativo?
El aislamiento al que fuimos impuestos en el 2020 y los subsecuentes meses de actividades "ajustadas", en términos del proceso educativo y de aprendizaje, pero también en los demás ámbitos de nuestra vida, dejaron en manifiesto una realidad que en muchas ocasiones no se reconocía, ni atendía en las instituciones educativas: el aprendizaje y la educación son procesos para personas, e implican a cada persona en su integralidad, esto implica no únicamente los saberes y las habilidades académicas de los estudiantes, sino todas sus dimensiones, incluyendo la socio-emocional.
Como muchas cuestiones, este fenómeno tuvo dos aristas, la primera, muy desafortunada, detonó un sinfín de problemas y crisis, mismos que al hacerse evidentes dieron paso a la segunda arista, el reconocimiento de dicha realidad y necesidades que dio paso al diseño y la implementación de actividades, estrategias y programas de desarrollo socio-emocional para los estudiantes en todos los niveles educativos, los propios de la educación básica, en media-superior y hasta en las universidades.
Y aunque no pretendo decir que esto esté mal, sí me parece que no es suficiente, ¿por qué?, porque como en distintos momentos hemos expresado ya, la educación y el aprendizaje no solamente son procesos para personas, también son procesos de personas; y con esto quiero decir que son experiencias diseñadas por personas (docentes), para personas (estudiantes).
Imaginemos que el personal docente de nuestra institución educativa se ha desvelado por un mes para adaptar sus planeaciones didácticas e integrar actividades que promuevan el bienestar socio-emocional de sus estudiantes, a la par de ir revisando, retroalimentando y calificando las distintas evidencias de aprendizaje que han ido construyendo.
Si al llegar al momento de la clase, un grupo de estudiantes está platicando en vez de hacerle caso y poner atención a lo que su docente les indica, ¿cómo piensan que reaccionará?, ¿y si en vez de algunos estudiantes que platican es una madre de familia que llega a quejarse del pobre acompañamiento que su hijo ha recibido y que por lo tanto no se merece la calificación que le asignaron?
Es muy probable que en vez de responder de manera tranquila y razonada, la reacción sea explosiva, quizá con gritos y castigos en el primer escenario, o culpando al estudiante y a su familia, o a la carga que la institución la impone en el segundo escenario. Reflexionemos, ¿qué efectos podría detonar cualquiera de estas reacciones?
Muy probablemente se fracture la confianza, pueden detonarse actitudes de rebeldía, puede haber quejas respecto al personal docente con la dirección escolar o puede haber publicaciones en redes sociales, así como otras consecuencias que quizá ya estén imaginando. Después de todo, como seres sociales que somos, aprendemos primordialmente por imitación, incluso hay una frase comúnmente repetida: "Las palabras convencen, el ejemplo arrastra".
Es por esto que promover el desarrollo de la inteligencia emocional es importante no únicamente para estudiantes, sino también para el personal educativo. Algunas estrategias sencillas que podemos promover son las siguientes:
1. Para una conciencia emocional, reflexionar al inicio del día e identificar cómo estamos, cómo nos sentimos y por qué.
2. Para una gestión emocional desde la prevención, realizar una revisión de la planeación del día identificando los principales obstáculos que podemos enfrentar de acuerdo a nuestro estado y definir al menos una estrategia que nos pueda servir para superar cada obstáculo. Por ejemplo, si nos sentimos irritables, evitar detonar a estudiantes que sabemos pueden buscar una discusión con nosotros; o incluso solicitar reprogramar alguna entrevista complicada, puede dar mejores resultados posponerla y atendarla estando serenos, que atenderla estando en un estado de desequilibrio.
3. Para una gestión emocional en el momento, estar alerta a nuestras señales de desequilibrio y cuando notemos que hemos perdido la serenidad, respirar profundamente y pedir tiempo para calmarnos, antes de dar una respuesta.
4. Para un aprendizaje emocional, reflexionar cómo podemos evitar sentirnos así en futuras ocasiones, cómo podemos evitar nuestro detonante y procesar nuestra respuesta para estabilizarnos más rápidamente en caso que nos enfrentemos con un detonante distinto.
5. Para un crecimiento socio-emocional, en caso de haber lastimado o reaccionado de manera inadecuada con alguien, acercarnos lo más pronto posible y pedir perdón.
Confiamos estas ideas ayuden como inspiración a implementar actividades y estrategias, tanto de manera personal como a nivel institucional para promover un crecimiento socio-emocional y la construcción de una verdadera comunidad educativa.
Comentarios
Publicar un comentario